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Ya había tomado aquella decisión algún tiempo atrás. Sin embargo, era la forma de llevarla a cabo la que le robaba los momentos previos al sueño. Siempre intentando ser justo, incluso sabiendo de sobra que en muchas ocasiones conseguirlo resulta imposible. Minimizar los daños quizá, pues tenía muy claro que los habría. Y el tiempo ha acabado demostrando las dos cosas: que la decisión era la correcta, y también que las consecuencias han sido las temidas.

Es difícil apostar por algo que no controlas. Por eso se llama apostar. Arriesgó algo que sabría acabaría a cambio de otro algo que en su día tuvo. Suele ser común tomar decisiones en base al pasado, creyendo que por ser hechos anteriores poseemos algún tipo de ventaja encontrándonos en el presente. Pero siempre teniendo como objetivo el futuro, ese futuro que atemoriza e ilusiona a partes iguales.

Y con esa sensación del deber cumplido y su sabor agridulce se presentó allí. Con la cabeza alta como suele ser habitual en él. No porque demuestre una actitud altiva o chulesca, sino porque le funciona para conseguir alejar las no pocas inseguridades que el tiempo se ha encargado de ir marcándole. Sonriendo a diestro y siniestro, porque es conocedor del poder que conlleva. Haciéndose el despistado porque sabe que le facilita las cosas. Ganando pequeños momentos que le ayudan a ir por delante.

Pero toda defensa es vulnerable. Se había preocupado tanto de protegerse de puertas afuera que no vio venir el peligro desde dentro. Un caballo de troya llegado a modo de regalo sorpresa, que ejecutó a la perfección su misión de dejar que se acostumbrase de nuevo a su presencia.

Y en esa lucha continúa inmerso. Gobernando su día a día con una pose de control y tranquilidad que en la intimidad se convierte en un desgaste interior que avanza al grito de “te lo advertí”…

Agnes – Release me